Eso deben pensar los patos del parque de la Cantábrica cuando ven llegar a una monjita con la bolsa del pan duro y lo reparte entre todos ellos. Al rato vino un padre con sus hijos, una bolsa del pan duro y hala, que coman los patitos. Dos o tres más que también les traigan papeo, otro que les pague la hipoteca, otro que les dé unos euros para copas y asà también vivÃa yo, no te joroba…
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